SITGES 2025: DONDE EL MIEDO SE HACE ARTE
Este año, Sitges volvió a hacer lo que mejor sabe: reunir a miles de amantes del cine fantástico en una cita que combina talento, riesgo y espectáculo. El festival fue un éxito, con récord de recaudación, salas llenas y una programación que equilibró terror, emoción y experimentación. Durante once días, se convirtió en el punto de encuentro de directores, nuevos talentos, técnicos, críticos y fans que viven el cine como una experiencia total.
La 58ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña ha sido, sin duda, una edición para recordar. No solo por las cifras, más de 900.000 euros recaudados, récord histórico, sino por la energía, la vitalidad y la emoción que se vivieron durante once días de proyecciones, homenajes y noches en vela. Sitges se consolida, una vez más, como el lugar donde lo monstruoso se convierte en arte, lo raro se disfruta y lo imposible cobra vida en pantalla grande.

La hermanastra que eclipsó a Cenicienta
La gran vencedora fue La hermanastra fea, de la directora noruega Emilie Blichfeldt, una versión atrevida y oscura del clásico de Cenicienta, pero vista desde los ojos de la olvidada.
Una película que parece salida de un cuento singular: atmósferas densas, psicología retorcida, una fotografía que impacta visualmente. Ganó el premio a Mejor Película, y no es de extrañar: es el tipo de película que te deja la piel de gallina y la cabeza llena de preguntas.

El jurado, formado por nombres como Mary Harron, Peter Chan o Laura Pedro, elogiaron su “visión radicalmente nueva e inquietante del cuento clásico”.
Y aquí, desde Rodar en Aragón, aplaudimos ese espíritu: el de quienes se atreven a contar lo conocido de otra manera, con una mirada distinta. Porque eso también es postproducción: tomar algo reconocible y cambiarlo hasta hacerlo inolvidable.
Cuando el terror se vuelve emoción
Sitges 2025 ha sido una edición de contrastes.
Entre el ruido de las motosierras imaginarias y los chillidos en Dolby Atmos, hubo también espacio para la ternura, la nostalgia, incluso para la lágrima. La vida de Chuck, dirigida por Mike Flanagan y basada en un relato de Stephen King, fue uno de los grandes momentos emocionales del festival. Una historia contada al revés, del final al principio, donde la muerte y la vida se abrazan en un montaje brillante.
Esa mezcla de horror y humanidad ha sido el tono de este año. Lo vimos también en Honey Bunch, una propuesta curiosa que dividió al público, o en No Other Choice, del coreano Park Chan-wook, que ganó el premio a Mejor Dirección por su elegante brutalidad visual.
Y si hablamos de interpretaciones, el festival premió a Rose Byrne por su papel en Si pudiera, te daría una patada, y al reparto masculino de La plaga, galardonado de forma conjunta. Un gesto bonito, casi simbólico, hacia el trabajo en equipo, ese esfuerzo conjunto que hace que todo en la película funcione.

Entre monstruos, ídolos y homenajes
Los pasillos del Meliá y las calles del paseo marítimo vibraron con grandes nombres. Terry Gilliam, atrevido como siempre, recibió el Gran Premio Honorífico; Carmen Maura, elegante y luminosa, fue ovacionada por una sala entera que aún recordaba su voz en Mujeres al borde de un ataque de nervios.
Y esa mezcla de devoción por el pasado y hambre de futuro es lo que lo hace único. Aquí, los clásicos no se adoran: se remezclan, se citan, se reinventan. Sitges es, en el fondo, un taller emocional del séptimo arte.
Eloy de la Iglesia, adicto al cine: un homenaje en Sitges
El Festival de Sitges 2025 rindió homenaje a una de las figuras más rompedoras del cine español con la proyección del documental Eloy de la Iglesia, adicto al cine, dirigido por Gaizka Urresti. El filme, que ya había sido presentado en el Festival de San Sebastián, ofrece una mirada profunda a la vida y obra de Eloy de la Iglesia, explorando su pasión por el cine y su influencia en la cinematografía española.
Urresti, conocido por su enfoque en temas sociales y culturales, utiliza en esta ocasión una narrativa visual que combina imágenes de archivo con testimonios de colaboradores y expertos, ofreciendo una visión única de la trayectoria de De la Iglesia. El documental se proyectó en la sección Sitges Documenta, dedicada a largometrajes de no ficción relacionados con el universo fantástico, y fue recibido con entusiasmo por el público y la crítica.
La presencia de Urresti en el festival permitió a los asistentes conocer de cerca cómo se hizo el documental y entender por qué es tan importante mantener vivo el legado de cineastas que dejaron huella en la historia del cine español.

Un festival que ya roza el millón
Los números confirman que el festival fue un éxito. La recaudación de esta edición superó los 900.000 euros, un 8 % más que el año pasado. Todo apunta a que en 2026 el festival podría cruzar la frontera del millón, confirmando su lugar entre los festivales más destacados de Europa.
Y no solo por la taquilla: la programación, con más de 250 películas, atrajo a miles de acreditados, profesionales, estudiantes y fanáticos. Sitges volvió a ser un un foco de inspiración, de futuros proyectos, de conversaciones que empiezan en un café y acaban en una coproducción.
El reflejo que necesitamos
Si algo nos enseña Sitges año tras año es que el cine fantástico no es un género menor, sino una forma de mirar el mundo. Habla de miedos, de deseos, de lo que hay detrás de cada uno de nosotros.
El festival ha recordado que el terror también puede ser hermoso, y que el monstruo, a veces, solo quiere que lo miren a los ojos.
En Rodar en Aragón seguimos mirando hacia ese horizonte: el del cine que no teme arriesgarse, que mezcla lo viejo con lo nuevo, lo analógico con lo digital, lo humano con lo imposible.
Porque al final, tanto en Sitges como en la sala de postproducción, todo se resume en lo mismo: contar historias que hagan vibrar la pantalla.